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Mito del Mar Egeo

Egeo fue el noveno rey mítico de la antigua Atenas, que se encontraba inmersa en una terrible guerra con Minos, el rey de Creta, por el asesinato de su hijo Andrógino. Minos decidió vengar la muerte de su hijo, exigiendo a los atenienses el sacrificio de catorce jóvenes cada año. Siete mujeres y siete hombres se entregarían para ser devorados por el Minotauro, que vivía en un gran laberinto.
Para aliviar la angustia que inundaba al pueblo ateniense, Teseo, el hijo de Egeo, decidió embarcarse con los jóvenes que conformarían la ofrenda, con la firme intención de acabar con la vida del monstruo.
El navío llevaba siempre velas negras como signo de luto, y Egeo acordó con su hijo que, si le favorecía la suerte, el navío luciría velas blancas al regresar. De lo contrario, entendería que su hijo había sido devorado por el Minotauro. En Creta, Teseo conoció a Ariadna, la hija de Minos, quien le regaló un ovillo de hilo para sujetarlo por un extremo en la puerta del laberinto y dejarlo caer a medida que se adentraba en él. Así, Teseo encontró al Minotauro, lo mató y, rebobinando el hilo, logró escapar.
Mientras, Egeo esperaba día y noche en el cabo de Sunio la llegada de su hijo. Pero, a su vuelta, Teseo olvidó izar una vela blanca. Al ver la vela negra, el rey creyó que su hijo había muerto y se arrojó desde un acantilado al mar. La tragedia causó tanto impacto que los atenienses quisieron honrar su memoria, considerándolo uno de los dioses del mar e hijo de Poseidón. Desde entonces, al mar donde perdió la vida, se le conoce con su propio nombre: Mar Egeo.
La fundación de Atenas

El surgimiento de Atenas data del año 3.000 a.C. y, según la mitología, lleva ese nombre en honor a la diosa Atenea, que se coronó patrona y protectora de la nueva ciudad tras vencer a Poseidón.
Poseidón, dios de los océanos, regaló una fuente de agua salada. Sin embargo, parece que la jugada no le salió demasiado bien, ya que inundó las tierras atenienses, estropeando los cultivos.
Por su parte, Atenea, diosa de la sabiduría, decidió conceder al pueblo ateniense el primer olivo, como símbolo de la paz, el progreso y la fuerza, explicándoles todos los beneficios que podrían conseguir a través de su fruto. Los habitantes de la nueva ciudad lo tuvieron claro: Atenea sería su protectora, adoptando su nombre para denominar la población.
La leyenda no termina ahí. Ese primer olivo, considerado sagrado, ocupó un lugar privilegiado en la Acrópolis hasta el año 480 a.C., cuando los Persas invadieron Atenas y lo quemaron, algo que los atenienses consideraron un mal presagio. Sin embargo, al día siguiente, las ramas comenzaron de nuevo a crecer del árbol sagrado.
Otra de las versiones de este mito fundacional es la que explicaría por qué las mujeres no tenían derecho a votar en la antigua Grecia.
Tras la votación del pueblo griego para determinar cuál de los dos dioses sería el Dios de la ciudad, comprobaron que los hombres habían votado a Poseidón y las mujeres a Atenea, siendo esta última quien ganó por un solo voto. Este acontecimiento habría provocado la ira de Poseidón, que estaba dispuesto a inundar toda la región.
Sin embargo, para que esto no ocurriera, los varones de la ciudad quitaron el derecho a voto a las féminas y al mismo tiempo no permitieron que el nombre del hijo fuera un derivado del nombre de la madre. (De ahí también el motivo de por el cual se empleaba el nombre o "apellido" del padre).
La Odisea de Homero (Fragmento)

La leyenda de la guerra de Troya hacía mención de las aventuras ocurridas a los griegos de vuelta a su patria. De esas aventuras han adquirido celebridad las que se refieren al regreso de Ulises a su reino de Ítaca, las cuales constituyen el tema de la Odisea, cuyo texto resumido es el siguiente: Cuando las naves de Ulises retornaron desde Troya hacia Ítaca, fueron arrojadas por las tempestades a la isla de los Lotófagos en donde los tripulantes comieron el fruto del loto que les hizo olvidar el pasado; costole gran trabajo a Ulises embarcar a sus compañeros que no querían volver a una patria de la cual no recordaban ni su existencia. Reiniciado el viaje, arribaron a la isla de los cíclopes, monstruosos gigantes dotados de un solo ojo en medio de la frente. Los viajeros desembarcaron y tomaron posesión de una gran caverna, que resultó ser la habitación del cíclope Polifemo. Cuando regresó su dueño conduciendo un rebaño de carneros se introdujo en su caverna y cerró la entrada con una gran roca. Cuando advirtió la presencia de Ulises y de los suyos, cogió a dos de ellos y los devoró; operación que repitió al siguiente día con otros dos. En la noche, cuando el gigante estuvo de regreso, Ulises le ofreció vino y el gigante se emborrachó; circunstancia que aquél aprovechó para introducir en el ojo de Polifemo, una aguzada estaca que previamente había enrojecido en el fuego. Exasperado y ciego, el gigante se colocó en la puerta para dejar salir a las ovejas e impedir que sus prisioneros emprendieran la fuga. Pero el astuto Ulises y los suyos burlaron en esta ocasión a Polifemo, tendiéndose bajo el vientre de las ovejas y asiéndose fuertemente de su lana; lo que les permitió a todos salir de la prisión. Reanudado el viaje, la tempestad arrojó a las naves hacia el país de los antropófagos lestrigones, los cuales destruyeron la flota, pudiendo salvarse una sola nave en la que continuó su viaje para llegar a los dominios de la maga Circe, que convirtió en cerdos a sus tripulantes.
Ulises, les restableció a sus formas humanas valiéndose de unas hierbas que le señaló el dios Hermes. Después se dirigió al extremo occidental del Mediterráneo y a s regreso se vio asediado por las sirenas, seres marinos con cabezas de mujeres y cuerpos de peces, que con su canto atraían a los marineros hacia los abismos del mar; Ulises tapó con Cera los oídos de sus compañeros y él mismo se hizo amarrar fuertemente al palo mayor. De paso en la isla en cuyas praderas pacen los rebaños de bueyes que pertenecen al dios Sol, fueron castigados sus compañeros por haber muerto a algunos de estos animales violando una prohibición de hacerlo. Todos murieron ahogados, excepto Ulises, que se salvó y fue arrojado por una tempestad a la isla de la diosa Calipso. La diosa se enamoró de Ulises y le pidió se quedara en el país; mas, como éste se negara por el vivo deseo de regresar a su patria, fue retenido allí durante siete años, al fin de los cuales por orden de Zeus fue puesto en libertad. Navegante solitario naufraga, en su barca y llega a nado al país de los reacios, cuyo rey lo acoge con simpatía y le da un barco para que regrese a Ítaca, su patria. Durante su ausencia, su mujer, Penélope, ejemplo de fidelidad conyugal, había rechazado las acechanzas de los nobles que la instaban a casarse con alguno de ellos para reemplazar a Ulises. El peligro que significaba su resistencia, la indujo a ofrecer que daría su mano a quien tuviera fuerzas bastantes para tender el arco de Ulises y destreza suficiente para hacer pasar las flechas por un anillo. Ninguno consiguió hacerlo; pero Ulises disfrazado de mendigo se presentó a la prueba y salió airoso de ella; en seguida, ayudado por su hijo Telémaco dio muerte a los pretendientes y dándose a conocer a su mujer, que lo esperaba durante 20 años, tomó nuevamente posesión de su reino.